Suéñalo. Hazlo. Está hecho.
Hoy he leído una cita con estas
tres palabras y, de repente, me han parecido tres palabras hermosas. Si hacemos
caso a nuestro corazón y lo escuchamos, sabremos siempre qué decisión tomar.
Podremos habernos equivocado, pero al menos nos quedará la satisfacción de que
hemos vivido de acorde a nuestros sueños, esto es, fieles a nosotros mismos.
Basta pensar en cuando éramos
niños, ¿Cómo tomábamos entonces las decisiones? Pues lo hacíamos escuchándonos,
así de sencillo. Las normas y los prejuicios aún no se habían apoderado de
nuestras mentes infantiles y, con muy poco, sabíamos conducirnos fácilmente
para ser felices.
Con el paso de los años, esa
inocencia se va perdiendo y cada vez nos vamos haciendo menos instintivos. No
confiar en nuestros instintos es, también y de algún modo, dejar de creer un
poco en nosotros mismos. Cuando tenemos que tomar una decisión, ya no lo
hacemos sólo escuchando a nuestro corazón, sino que lo hacemos guiados por muchísimos
otros factores exógenos- externos a
nosotros- que hacen que la felicidad,
tan sencilla como resulta, se antoje
complicada en algunas ocasiones para las mentes adultas.
Cuando nos encontremos perdidos e
indecisos debemos recordar la importancia de nuestros instintos. Yo me
considero una persona instintiva, siempre lo he sido. Mis intuiciones me guían en mis actos y en mis comportamientos. Intento escuchar a mi esencia y actuar en coherencia a lo que me dicta.
Esto no siempre resulta posible o
sencillo, ya que como humanos adultos, somos expertos en complicarnos la vida y
hacer tremendamente difícil lo, muchas veces, sencillo.
Sin embargo, de sobra he comprobado
que cuando actuamos a contracorriente
del corazón, no importa cuánto lo intentemos, nuestra felicidad se escapa.
La constante búsqueda de la felicidad
distrae a las personas durante gran parte sus vidas, y creo, sinceramente, que ser felices recae precisamente en
escucharnos, conocernos, saber quiénes somos y actuar en consonancia. Quizás
parezca complicado, pero no lo es para nada. Nacemos con la capacidad de
hacerlo y es el tiempo el que ensordece las palabras que nos dicta el corazón.
No lo permitamos y, como decía Frank Sinatra, vivamos y hagámoslo My Way.